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    “Martillo de Medianoche”: La operación que no vimos, el mensaje que sí escuchamos

    Cuando una guerra no se televisa, pero sí se coreografía con precisión quirúrgica y propaganda de alto vuelo, estamos frente a algo más que un simple bombardeo: estamos ante un acto de poder simbólico global.

    Por Abel Flores

    WASHINGTON / TEHERÁN – Nadie lo vio venir, porque ese era justamente el plan. Mientras medio planeta miraba hacia el Pacífico esperando una escalada en Guam, los verdaderos cazadores cruzaban silenciosamente el Atlántico, con rumbo a Irán. En lo que ya ha sido bautizado como Operation Midnight Hammer —una oda bélica con nombre hollywoodense—, Estados Unidos ejecutó el primer bombardeo táctico a los búnkeres nucleares más protegidos del régimen iraní.

    Según la versión oficial, confirmada por el general Dan Caine en una inusual y detallada rueda de prensa, la operación duró 18 horas de vuelo en cada dirección, involucró siete bombarderos B-2, más de 125 aeronaves de apoyo, múltiples engaños aéreos y una sincronización tan perfecta que hasta la incredulidad parece parte del guion.

    Pero, ¿qué nos están diciendo realmente?

    El ataque, según el Departamento de Defensa, no solo fue exitoso: fue ejemplar. Las cifras suenan a videojuego de guerra: 14 bombas “bunker buster” GBU-57 lanzadas sobre las instalaciones de Fordo y Natanz, dos docenas de misiles Tomahawk disparados desde el mar Arábigo hacia Isfahan, y ni una sola resistencia visible por parte de Irán. Como si la teocracia persa hubiese apagado sus radares y mandado a dormir a sus aviones. O como si hubiese aceptado, tácitamente, que no puede defender lo indefendible.

    Y sin embargo, algo no encaja.

    Porque mientras el general Caine detalla cronogramas milimétricos y mapas “aproximados” de vuelo, en Teherán minimizan daños, ocultan imágenes y se resisten a confirmar siquiera cuántas instalaciones fueron afectadas. ¿Daños colaterales? No se mencionan. ¿Bajas civiles? Silencio. ¿Reacción inmediata? Ninguna.

    Pareciera que ambos lados del conflicto están interpretando el mismo libreto, aunque en idiomas diferentes.

    ¿Fue este un acto de defensa? ¿Una respuesta preventiva? ¿O simplemente una demostración de que, si alguien aún puede golpear sin que el otro siquiera levante el puño, ese alguien sigue siendo Estados Unidos?

    “Una operación increíblemente sofisticada que ningún otro país podría haber realizado”, dijo Stacie Pettyjohn, experta en defensa. Traducción libre: aún dominamos el cielo y el subsuelo. Porque las bombas empleadas no son convencionales: perforan 60 pies de concreto o 200 pies de tierra antes de detonar. Solo una nación posee tal artillería. Y sólo una la ha usado.

    Es también el debut oficial del nuevo eje de poder en Washington: Trump, Vance, Rubio y Hegseth, todos en la Sala de Situación a medianoche, como en una escena extraída de House of Cards. Solo que esta vez el drama fue real. Y las consecuencias, aún más.

    El bombardeo coincidió con una supuesta escalada militar en Guam y una creciente tensión entre Israel e Irán. ¿Casualidad? Difícilmente. Israel ni siquiera necesitó despegar un F-16. Solo mirar. Porque la supremacía aérea sobre Irán ya estaba garantizada. El trabajo sucio, esta vez, lo hizo Washington. ¿Coordinación o delegación? En geopolítica moderna, esas líneas ya no importan.

    “Dominio israelí del espacio aéreo iraní”, repiten los expertos. Pero el que ejecutó el martillazo fue el Pentágono. Y eso implica algo más profundo: si esta operación fue tolerada —y no respondida— por Irán, significa que su margen de acción está agotado. O que ya está negociando en otra mesa.

    Washington canta victoria. Trump proclama el “fin del programa nuclear iraní” y lo califica como la operación más limpia y precisa de la historia militar moderna. Pero ni una bomba, por más penetrante que sea, puede enterrar una ambición nuclear que lleva décadas cocinándose bajo tierra y bajo orgullo. Si el objetivo era retrasar el reloj atómico de Irán, puede que lo hayan conseguido. Pero si se buscaba detenerlo por completo, hace falta algo más que tecnología: hace falta historia, acuerdos, voluntad.

    Por ahora, lo único verdaderamente claro es que el reloj ha empezado a correr en otra dirección. Una donde ya no se trata de si Irán puede construir una bomba, sino de cuántas veces Estados Unidos está dispuesto a impedirlo.

    Y eso, en términos globales, es mucho más preocupante.

    Abel Flores
    Abel Floreshttp://codigoabel.com
    Journalist, analyst, and researcher with a particular focus on geopolitics, economics, sports, and phenomena that defy conventional logic. Through Código Abel, I merge my work experience of more than two decades in various journalistic sources with my personal interests and tastes, aiming to offer a unique vision of the world. My work is based on critical analysis, fact-checking, and the exploration of connections that often go unnoticed in traditional media.

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