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    La nueva fiebre del oro no está en la Tierra, está orbitando el espacio

    La NASA lanza una nave hacia un asteroide de metal puro que podría destruir el sistema financiero global. O fundar uno nuevo.

    Por Abel Flores

    “No se trata de minería espacial”, dice la NASA. Como si a estas alturas de la historia las agencias gubernamentales todavía tuvieran el monopolio de la verdad.

    En octubre de 2023, la humanidad dio un paso discreto, pero decisivo, hacia su próximo modelo económico: el extra-terrícola. Ese día, desde Cabo Cañaveral, despegó la sonda espacial Psyche con destino a un asteroide del mismo nombre. Su misión es aparentemente científica: estudiar el núcleo metálico expuesto de un planeta fallido, un fósil sideral atrapado entre Marte y Júpiter. Pero el subtexto es más potente que el cohete Falcon Heavy que la impulsó: el capitalismo ha puesto la mirada en el cosmos. Y Psyche, con sus supuestos 10.000 cuatrillones de dólares en metales, es El Dorado.

    Si todo sale como está previsto, la nave llegará al asteroide en agosto de 2029. Y aunque nadie lo diga en voz alta, será el año en que la humanidad intentará por primera vez tocar la puerta del banco central del sistema solar.


    El núcleo de otro mundo… ¿o el núcleo de nuestro futuro?

    Psyche no es cualquier roca errante del cinturón de asteroides. Su composición es única: está formada, casi en su totalidad, por metales como hierro, níquel, oro y platino. Es decir, los pilares materiales de toda economía terrestre desde la antigüedad. Su descubrimiento en 1852 no generó mayor interés más allá de la astronomía. Pero hoy, con los recursos del planeta agotándose y la crisis climática acorralando las opciones energéticas, el escenario cambió.

    La NASA sostiene que se trata de una “misión científica” para entender cómo se forman los núcleos de los planetas. Pero detrás de la retórica académica hay un apetito creciente por la minería espacial, un negocio que hasta hace una década era patrimonio exclusivo de los guionistas de ciencia ficción, y que hoy se perfila como el próximo mercado especulativo global. No se trata de traer el material a la Tierra —por ahora— sino de establecer precedentes, validar tecnologías y enviar un mensaje claro: ya estamos cavando fuera del planeta.


    El capital no tiene patria, pero pronto tendrá órbita

    En un contexto donde la inteligencia artificial reemplaza a los obreros y la descarbonización erosiona las viejas industrias, el verdadero oro no está bajo tierra. Está flotando, y la carrera por capturarlo ya comenzó. Jeff Bezos, Elon Musk y las agencias espaciales estatales son apenas la cara visible de un fenómeno más profundo: la transición hacia una economía orbital.

    La clave no es solo económica, sino sistémica. Si Psyche realmente alberga metales en cantidades suficientes como para saturar los mercados terrestres, el precio de los commodities —desde el acero hasta el oro— se derrumbaría. Y con ellos, el andamiaje entero de las divisas, los contratos de futuros y la política monetaria global.

    ¿Qué pasaría si el oro ya no fuera escaso? ¿Qué harían los bancos centrales? ¿Quién regularía los tratados interplanetarios?

    La misión Psyche no va a traer respuestas inmediatas, pero está formulando las preguntas más peligrosas del siglo XXI. Y lo hace en un entorno sin leyes, sin soberanías nacionales y sin ciudadanos: el espacio.


    De la fiebre del oro a la fiebre orbital

    La humanidad ya vivió episodios similares. La fiebre del oro en California en el siglo XIX. La colonización africana por recursos minerales. La guerra por el litio en el triángulo del Cono Sur. Pero nunca antes la codicia tuvo que atravesar 370 millones de kilómetros para instalarse. Y sin embargo, aquí estamos.

    Los tratados espaciales actuales prohíben reclamar soberanía sobre cuerpos celestes, pero dejan la puerta abierta a la explotación comercial si no se “adueña” del lugar. Una trampa semántica perfecta para los abogados de las megacorporaciones.

    Estados Unidos, China, Rusia, la India y Japón ya trabajan en sus propios planes de extracción extraterrestre. No es ciencia ficción: es la nueva geopolítica. Y el asteroide Psyche es su primer tablero.


    El verdadero peligro: traerlo de vuelta

    Hasta ahora, la NASA insiste en que su misión no tiene fines extractivos. Pero nadie invierte miles de millones de dólares en una nave que simplemente “observa”. El verdadero objetivo es desarrollar la infraestructura, los algoritmos y los mapas de trayectorias que permitan en el futuro diseñar misiones con carga: misiones que traigan a la Tierra toneladas de metales raros.

    ¿Y si lo logran? El sistema económico colapsaría por sobresaturación de la oferta. El oro dejaría de ser valioso, el platino perdería su halo de exclusividad, el acero dejaría de ser estratégico. Es decir: los metales se volverían abundantes y, por lo tanto, inútiles como reserva de valor.

    Como ironizaba el filósofo Slavoj Žižek: el capitalismo puede sobrevivir a todo, menos a su propio éxito.


    Un fantasma recorre el cinturón de asteroides

    Psyche no solo es un asteroide. Es también una hipótesis de futuro. Un espejo donde la humanidad proyecta sus ansiedades tecnológicas, sus modelos económicos en decadencia y sus obsesiones extractivistas. El mismo patrón de explotación, ahora sin atmósfera, sin selvas y sin testigos.

    Pero hay una posibilidad que ni la NASA ni los entusiastas mencionan: ¿y si no somos los primeros?

    Psyche podría ser un núcleo planetario expuesto no por casualidad, sino por intervención. En otras palabras, alguien más ya lo pudo haber explotado antes. Una idea incómoda que echa leña al fuego de quienes sostienen que la inteligencia avanzada no coloniza planetas, sino que extrae recursos y sigue su camino. Como hacemos nosotros.


    Cavamos hacia arriba

    Mientras en la Tierra discutimos sobre inflación, IA y guerras regionales, una sonda navega silenciosa hacia un cuerpo que podría redibujar los fundamentos de nuestra civilización. Su llegada en 2029 marcará un antes y un después. Y aunque digan que no traerá nada, lo cierto es que ya nos está trayendo algo: preguntas peligrosas.

    ¿Quién será el dueño del oro cósmico?

    ¿Estamos listos para gestionar una fiebre del oro sin geografía?

    ¿O simplemente estamos repitiendo, a escala interplanetaria, los mismos errores que nos trajeron hasta aquí?

    Como decía Nietzsche, el abismo no está al frente: está arriba. Y hacia allá vamos, a excavar en el vacío.

    Abel Flores
    Abel Floreshttp://codigoabel.com
    Journalist, analyst, and researcher with a particular focus on geopolitics, economics, sports, and phenomena that defy conventional logic. Through Código Abel, I merge my work experience of more than two decades in various journalistic sources with my personal interests and tastes, aiming to offer a unique vision of the world. My work is based on critical analysis, fact-checking, and the exploration of connections that often go unnoticed in traditional media.

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