Sí. Sucedió. Finalmente ocurrió. Japón venció a Brasil en el fútbol. No en la tanda de penaltis, no contra jugadores jóvenes sino el equipo A de Brasil, no en un modelo de jersey como una publicidad deportiva. Les ganaron bien. En el campo de juego. En un amistoso internacional que, para algunos, no cuenta. Pero para otros, como los niños que crecieron viendo "Super Campeones" cuenta hasta más que una Copa del Mundo. Y en el año 2025, Japón no acaba de marcar tres goles: entregaron un golpe emocional en el centro de la historia. Esa historia, la de los intocables.
Sin contexto, no hay verdad. Esa es la frase de este medio. Y el contexto es este: Brasil se había ido arrastrando a sí mismo a través de la fase de clasificación en la Conmebol (quinto lugar), como alguien que no puede encontrar su camino, incluso con un GPS. Pero lo que pasó en este partido contra Japón no es un error, ni una casualidad. Es un mensaje: el fútbol ha cambiado. Y así lo han hecho los dibujos animados o animes japoneses que profetizaron esto.
Brasil: El equipo que no sale del guión de su propia leyenda
En sólo 20 minutos, Brasil pasó del sueño al trauma: porque ganando 2-0, terminaron perdiendo 3-2. El símbolo de esta catástrofe fue Fabrício Bruno, un defensor que, si jugara en una caricatura, sería el personaje que cae en el partido de apertura y nadie se acuerda de su nombre.
En primer lugar, él se deslizó sin presión, como si Benji Price lo había empujado a él. Él le dio la bola a Minamino y BOOM! Un Japonés anotó un golazo en la escuadra. Y si hay más drama que se necesitaba, el 2-3 vino de un encabezado que Hugo Souza miró como si estuviera en el segundo episodio de la serie, aún con subtítulos.
Ancelotti fue visto como Roberto Sedinho, pero sin el palo o la sabiduría. Él declaró después:
"El error que nos ha hecho perder nuestra mentalidad."
Gracias por la confesión, señor. Porque eso es lo realmente preocupante: Brasil no tiene mentalidad. Tiene solo un pasado.
Japón: De la Ficción a un Hecho Histórico
Esta fue la primera victoria oficial japonesa sobre Brasil en la historia. Si alguien quiere quitarle importancia porque era un amistoso, están invitados a buscar este argumento en otra parte. Porque lo que ocurrió en este partido es lo que toda una generación ha soñado con ver en la televisión: Oliver derrota a los gigantes.
La narrativa era como un anime: alta presión, el juego en equipo, precisión quirúrgica, y con un guión que se escribió por sí mismo. Lo que una vez fue una fantasía japonesa es ahora una estadística oficial de la FIFA.
Oliver Atom no jugaba hoy para el equipo nacional, pero el espíritu de Tsubasa estaba en cada pase, en cada gol, en cada segundo.
Y hay una frase que no puedo dejar de recordar:
"Brasil es el rival a batir", dijo Oliver en la serie.
Así, Oliver, misión cumplida. Y sin necesidad de un chute de 10 kilómetros de campo o tornado-efecto de los disparos.
¿Y ahora qué?
Brasil jugará contra Senegal y Túnez en noviembre. Equipos con menos romanticismo, pero como mucho, si no más, con agresividad. Y si siguen defendiendo como hoy, más de uno debería ir directamente a Netflix a una convocatoria de casting, porque en el fútbol, ya no son capaces de actuar, al menos no con su selección nacional donde juegan muy mal.
¿Puede algo positivo ser aprendido de todo esto? Sí. Una gran lección: el prestigio de no marcar goles. Y hoy, más que nunca, se ha demostrado que el fútbol moderno es no respetar las insignias o las camisetas del rival en la cancha si no que debe haber juego, carácter, o un sistema.
Porque si Japón superó a Brasil, nada es imposible.
Y si Oliver ya no es una caricatura, Brasil debe dejar de vivir en la nostalgia.
El día que Japón marcó tres goles y un sueño
Brasil no solo perdió contra Japón. Brasil perdió contra la idea de que siempre va a ser superior solo porque una vez lo fue, por allá en los años 70 sobretodo.
Y Japón no ganó solo un partido. Se ganó un lugar legítimo en el nuevo orden del fútbol mundial. Uno en el que la obra triunfa sobre el mito, y el esfuerzo triunfa sobre el marketing.
En ese día, que fue hoy y en un verdadero estadio, Oliver Atom fue real.
Y Brasil... fue solo una ilusión de la memoria.