Sin contexto, no hay verdad. Y solo hay un contexto aquí: mientras que la NFL institucionalizó el límite salarial como la columna vertebral de su modelo económico hace tres décadas, convirtiéndola en "el nuevo rey del deporte estadounidense", en la MLB, ese debate aún huele a pólvora. Y a hipocresía, perdiendo así no solo la corona que una vez tuvo el béisbol, sino algo mucho más profundo.
En una reciente reunión entre los jugadores y la oficina del comisionado, Bryce Harper, el primera base estrella de los Phillies, no se contuvo y expulsó del dugout al comisionado de la MLB, Rob Manfred, según informó Jeff Passan de ESPN.
El estallido verbal no fue accidental. Tampoco fue nuevo, aunque la filtración de esta noticia sí lo es. Pero fue el eco de una historia que la MLB ha intentado silenciar desde 1994, cuando un intento fallido de imponer un límite salarial terminó con la cancelación de la Serie Mundial. La única vez que eso ha sucedido en más de un siglo.
MLB: UN Lujo Sin Límites (y Con Consecuencias)
A diferencia de sus ligas hermanas en Estados Unidos —la NFL, la NBA y la NHL—, el béisbol profesional estadounidense nunca ha impuesto un límite salarial formal. Lo intentó, pero fracasó. Desde 1997, aplica un "impuesto de lujo", una multa a los equipos que superan ciertos umbrales. Un sistema más cercano al castigo estético que al control real. Una simulación de justicia.
La historia es implacable. En 1975, el fallo Seitz destruyó la cláusula de reserva y dio origen a la agencia libre. Desde entonces, los jugadores han defendido su libertad contractual como si fuera un derecho constitucional. Y con razón. Todo intento de limitar sus ingresos, como la masiva colusión entre propietarios en la década de 1980 o el famoso cierre patronal de 1994-95, ha terminado en conflicto.
La huelga de 1994, fue el punto culminante: 948 juegos cancelados, una Serie Mundial desaparecida, y una unión que nunca ha cicatrizado completamente. La unión ganó. El tope murió antes de que naciera. Y desde entonces, la MLB ha estado caminando entre dos aguas: la libertad de mercado para los jugadores, pero una obscena desigualdad entre las franquicias. Y este es el contexto real, pero que nadie te dice, de por qué las franquicias imponen la sabermetría sobre el talento de los jugadores, directivos y entrenadores. Aunque usted no lo crea, aquí hay una relación fundamental para entender el cuadro completo.
NFL: El Éxito de la Imposición de los Topes
Mientras tanto, la NFL implementó un límite salarial real desde 1994. Y no cualquier límite. Uno directamente vinculado a los ingresos brutos de la liga, auditado, negociado y reescrito cada pocos años. ¿El resultado? Una paridad brutal. Los equipos de mercados pequeños ganan Super Bowls, como los Denver Broncos de los 90. Las temporadas son impredecibles. Y los jugadores, aunque limitados por sus contratos, reciben una porción fija y transparente del pastel.
La NFL ha hecho las cosas bien en las directivas, distribuyendo el dinero en mejores porciones para todos, además de involucrar a los afroamericanos en el deporte. Más aficionados, más negocios: así de simple.
La única crisis laboral en la era del tope salarial fue el cierre patronal de 2011. Duró 18 semanas y no se perdió ni un solo partido. Fue un cortocircuito, no un incendio.
Hoy en día, la NFL es la liga profesional más rentable y estable de Estados Unidos. Y no es por su moralidad, pues tiene sus negocios turbios como cualquier gran corporación o gran empresa. Sino que es la mejor porque los convenios colectivos obligan a cada jugador a cumplir las reglas. Hay límites. Pero también certezas.
¿A qué le teme realmente la MLB?
Cada vez que un comisionado, un dueño o un columnista propone revisar el límite salarial en la MLB, el sindicato reacciona como si fuera 1994. Y en parte tienen razón. Pero la pregunta de fondo no es si debería haber un límite. Es una pregunta más incómoda:
¿Por qué la MLB ha fracasado durante tres décadas en distribuir sus ingresos equitativamente sin imponer un límite?
Porque no quiere.
Mecanismos como el impuesto al lujo y el reparto de ingresos se diseñaron para contener la desigualdad. Pero en la práctica, los Yankees, los Mets y los Dodgers siguen compitiendo con presupuestos de guerra, mientras que los Atléticos y los Marlins hacen malabarismos con salarios de categoría AAA. La "libre competencia" solo existe en el papel. Y en los contratos de televisión que priorizan el tamaño del mercado —mercados pequeños sobre los grandes—, lo cual crea una competencia desleal en un negocio (la MLB) que ha dejado de crecer en comparación con otros deportes, esta es la triste realidad del béisbol. Sigue siendo una industria multimillonaria, por supuesto, pero está en declive y tiene un panorama aterrador a largo plazo.
Harper, quien representa ferozmente a los jugadores, lo sabe. Manfred también. El sindicato no teme el tope salarial porque genere desigualdad. Lo teme porque lo formalizaría. Y los dueños no insisten en imponerlo por temor a otra huelga. Pero la realidad es clara: el sistema actual beneficia a quienes ya tienen poder y les permite operar sin controles reales.
¿Y ahora qué?
El Convenio Colectivo vigente vence después de la temporada 2026. Todo apunta a que el debate volverá. La desigualdad entre franquicias es insostenible, los ingresos no se distribuyen equitativamente y algunos propietarios ya están presionando para reabrir el debate.
Pero ten cuidado: si el tope salarial devuelve disfrazado de justicia, sin creíble ingresos de auditoría, sin respeto por la agencia libre, y sin la eliminación del fraude fiscal entre franquicias, simplemente será una nueva cara de la misma edad engaño.
El problema no es el tope salarial. Es la falta de reglas claras. La MLB no necesita una camisa de fuerza. Necesita transparencia.
Harper, con su vehemencia, no defiende su sueldo. Advierte que la liga no puede sostenerse con una estructura tan asimétrica sin estallar desde dentro. De nuevo.
Porque, como ya dijimos, sin contexto no hay verdad. Y el contexto grita: o reformamos el sistema… o repetimos lo de 1994.
El modelo de la MLB se tambalea ante los nuevos impuestos de la Administración Trump
Las Grandes Ligas de Béisbol nunca han implementado un límite salarial formal. Lo que tienen es un sistema de "Impuesto al Equilibrio Competitivo" (CBT), una forma elegante de llamar a un impuesto excesivo. En teoría, el CBT penaliza a quienes gastan demasiado. En la práctica, es un castigo que algunos equipos pagan con gusto... y otros con resignación.
Los umbrales para 2025, establecidos por el actual CBA (2022-2026), son claros:
La Base del tope salarial: $241 millones
Primer umbral adicional: $261 millones
Segundo: $281 millones
Tercero: $301 millones
Pero si eres fan de los Yankees, los Dodgers o los Mets, esas cifras son solo una advertencia. En 2024, nueve franquicias superaron el umbral base, lo que resultó en una recaudación fiscal récord de más de 309 millones de dólares. Solo los Dodgers aportaron 103 millones de dólares al tesoro deportivo. Un acto de clientelismo fiscal, más que de moderación.
La MLBPA, el sindicato más militante del deporte estadounidense, considera este sistema una especie de límite oculto. No lo dicen discretamente: «El impuesto al lujo no es progresivo, es coercitivo», se ha dicho en reuniones internas.
Peor aún: el impuesto se vuelve más agresivo para las infracciones reincidentes. Multas crecientes de hasta el 50 % sobre el exceso, además de recargos escalonados que alcanzan el 60 % si se superan ciertos umbrales consecutivos.
Y como en cualquier régimen sin control real, el resultado es predecible: más desigualdad, más tensión, más conflicto.
Hoy, el mismo modelo sin límite se enfrenta a un escenario similar. Pero con más dinero en juego. Y más desigualdad que nunca. Y si entendemos el déficit fiscal que se asemeja al del gobierno de Estados Unidos, entonces comprenderemos muchas cosas.
NFL: Tope con bisturí, estabilidad con bisturí
Mientras la MLB insiste en que el desorden es libertad, aunque en realidad es “libertinismo”, la NFL diseñó un modelo quirúrgico: un tope salarial que se actualiza cada año, vinculado directamente a los ingresos totales.
Equilibrio competitivo, control fiscal, estabilidad laboral. Parece fácil, pero costó una guerra. Esa misma guerra que la MLB ha estado evitando hasta que el modelo colapsó, y ese es el peligro de "matar a la gallina de los huevos de oro".
En 2025, el límite salarial de la NFL alcanzará los 279,2 millones de dólares por equipo. Algunos, como los Patriots y los Lions, tienen más de 45 millones de dólares disponibles para reforzarse en la agencia libre.
Y no es un sistema rígido: existen ajustes llamados suavización, que permiten aumentar o disminuir el límite en función de las variaciones en los ingresos. Inteligencia financiera, no contabilidad creativa.
Un modelo que limita sin empobrecer
El límite salarial de la NFL no impide que los jugadores reciban buenos salarios. Simplemente impide que algunos equipos se comporten como Emiratos Árabes en un mercado local. Paridad. Previsibilidad. Lógica.
A diferencia de la MLB, donde una franquicia puede gastar cinco veces más que otra sin consecuencias deportivas directas, en la NFL nadie puede gastar una fortuna sin romper las reglas.
Y se nota: Jacksonville y Kansas City pueden luchar de igual a igual. Cleveland y San Francisco pueden compartir el mismo sueño. No se trata de justicia romántica. Se trata de arquitectura financiera.
¿El gasto sin control es libertad?
La MLB defiende su modelo de franquicia como símbolo de libertad. Pero el contexto revela una historia diferente: se trata de una libertad desigual y desequilibrada, en permanente riesgo de desmoronarse. En otras palabras, una libertad que genera casos se traduce en desenfreno.
La pregunta que se cierne sobre 2026 no es si habrá un límite en la MLB. Es si la liga puede sobrevivir sin él, mientras la brecha entre ricos y pobres crece y el sindicato se prepara para la batalla.
Porque, como siempre decimos: sin contexto, no hay verdad. Y el contexto actual es este: o la MLB cambia sus reglas, o volverá a jugar con fuego.
¿Quién compra talento, quién lo desarrolla y quién lo pierde?
La verdadera medida de un sistema no es lo que permite, sino lo que impide. Y en ese sentido, el mercado de agentes libres es el espejo más brutal de cualquier liga.
En la MLB, los agentes libres operan bajo una lógica de libre competencia… en teoría. Pero la realidad es diferente: la libertad de negociación está condicionada por el poder adquisitivo de unas pocas franquicias. El resultado: los mejores talentos siempre rotan entre los mismos equipos. Los Yankees, los Dodgers, los Mets, los Padres y, más recientemente, los Phillies representan más del 70% de los contratos multianuales que superan los $150 millones.
No hay reglas que impidan el gasto. Pero existen condiciones sistémicas que impiden la competencia. Equipos como Oakland, Pittsburgh y Kansas City no pueden acceder al mercado de élite. No por mala gestión, sino por una arquitectura financiera desigual.
El impuesto de lujo, lejos de mitigar estos excesos, se ha convertido en un simple "peaje de lujo". Algunos equipos lo pagan con gusto. Otros ni siquiera alcanzan el límite mínimo de nómina. Y los jugadores lo saben. Hoy en día, un agente libre no solo evalúa el salario, sino también el ecosistema económico del club.
La pregunta es incómoda: ¿cuántos equipos tienen una oportunidad real de firma de Shohei Ohtani, Juan Soto, o Gerrit Cole en el mismo invierno?
En la NFL, el tope salarial no eliminar la competencia de agentes libres, pero nos obliga a pensar en términos de ecuaciones, no chequeras. Cada contrato debe ser medido en función de su impacto global en el cap. Es por eso que prácticas tales como prorrateada de la firma de los bonos, nula años, reestructuraciones, y el rendimiento de las cláusulas de existir. La creatividad es la clave, no el tamaño de la cartera.
Los equipos con una buena gestión del tope salarial, como los Eagles, los Chiefs o los 49ers, logran mantener núcleos competitivos sin afectar el equilibrio financiero. Y eso crea algo que la MLB no tiene: una ilusión de oportunidades para todos.
El receptor estrella puede firmar con Detroit. El liniero defensivo puede acabar en Atlanta. Todo es posible, porque el tope salarial establece igualdad de condiciones. O al menos, una más justa.
¿Y qué dicen los estudios? Rendimiento, eficiencia y competitividad.
Varios estudios académicos han intentado dilucidar si los topes salariales son eficientes para el espectáculo y la economía del deporte. No existe un consenso total, pero sí una tendencia clara:
🔹 Un estudio de la Universidad de Pensilvania (Wharton) concluyó que en la NFL, el tope salarial no reduce la calidad individual, pero sí mejora la eficiencia colectiva: “los equipos que gestionan bien el tope logran más victorias por dólar invertido”.
🔹Investigadores del Illinois Wesleyan College determinaron que la NBA y la NFL tienen mayor movilidad vertical de equipos más pequeños hacia las etapas finales, mientras que en la MLB la concentración de campeonatos y apariciones en postemporada se ha mantenido estancada entre las mismas 10 franquicias desde el año 2000.
🔹 El informe “Competitive Parity and Economic Design”, publicado en The Journal of Sports Economics, revela que la NFL ha logrado un índice de Gini (desigualdad deportiva) significativamente menor en los últimos 20 años que la MLB, lo que se traduce en una mayor variedad de finalistas y ganadores.
🔹 Incluso un informe de Forbes SportsMoney señala que el tope salarial de la NFL aumenta el valor de las pequeñas franquicias porque el modelo redistributivo aumenta la previsibilidad financiera, favoreciendo las inversiones locales, los patrocinios regionales y las renovaciones de estadios.
¿Se puede competir sin gastar? Depende de la liga.
En la NFL, la respuesta es sí: se puede llegar al Super Bowl con jugadores clave valorados en 60 millones de dólares… si se planifica bien. En la MLB, no. Competir sin gastar hoy en día es una excepción estadística (Tampa Bay Rays, Cleveland Guardians) que confirma la regla del privilegio estructural.
Los Rays pueden ganar 90 partidos con 70 millones de dólares. Pero no pueden retener a sus estrellas. Todos los agentes libres que desarrollan terminan en Nueva York o Los Ángeles. Porque el béisbol premia el capital, no la eficiencia.
Más que los contratos, lo que está en juego es el modelo
El debate sobre los topes salariales no es moral. Es estructural. No se trata de decidir quién merece ganar más. Se trata de asegurar que más personas puedan ganar.
El sistema de la NFL demuestra que un tope salarial no mata el espectáculo. Lo redistribuye. El modelo de la MLB, en cambio, lo concentra. En franquicias. En contratos. En cuentas bancarias.
Y cuando se renegocia el convenio colectivo en 2026, la discusión no se centrará solo en el límite salarial. Se tratará de si la MLB puede mantener su libertad sin sacrificar su legitimidad deportiva.
El contexto nos dice esto: si no se nivela el terreno de juego, el deporte se convierte en una aristocracia financiera. Y el béisbol, en una moneda más. Y recuerden, si hablamos de economía, todo se devalúa.